Mayo 03, 2006

Doña Matilde y su secreto

Doña Matilde vivía en una vieja casona a orillas del arroyo Miguelete.

Estaba llena de adornos, recuerdos de toda su vida, regalos de sus amigos, su esposo y sus hijos, además de algunos traídos de sus viajes.

Siempre los limpiaba a todos con esmero, pero tenía sus preferidos. Una pareja de elefantes de madera que había traído de África. Se los había regalado el jefe de una tribu, después que ella le salvara la vida a su nieto, cuando fue mordido por una víbora.

También aquellas garzas altas y espigadas, de bronce, que lustraba incansablemente, y que ella había recibido de su familia.

Y por último, su mayor tesoro eran dos pequeñas tortugas de madera, que habían sido talladas por su hijo en un campamento que realizo en "Cerros Azules".

Se extrañaba que sus adornos preferidos amanecieran siempre muy sucios, aunque ella los limpiaba con tanto esmero.

Pero lo que ella no sabía era lo que sucedía todas las noches mientras descansaba.

Día tras día, después que doña Matilde se dormía, un muy pero muy poderoso mago llamado Gastón, aparecía en medio de aquella sala, llenándola de una extraña luz azul, que si un humano la hubiese mirado, habría quedado ciego.

En ese momento las garzas comenzaban a mover sus alas, los elefantes estiraban sus trompas como desperezándose y las tortuguitas levantaban sus cuellos, queriendo ser tan grandes como los elefantes.

El mago abría la puerta principal de la casa sin que esta chirriara como siempre y en total silencio los siete salían a recorrer el inmenso parque en que se encontraba la mansión.

El mago Gastón iba adelante, como el gran domador de un circo, llevando su varita mágica en la mano, con ella iluminaba el camino.

Todos marchaban alegres, sabiendo a donde iban, disfrutando de ante mano lo que les esperaba.

A la orilla del arroyo Miguelete se reunían otros magos con sus animales y comenzaba la gran fiesta.

Durante dos horas los magos hacían demostraciones de sus poderes. El mago Nicolás hacía desaparecer el agua del Miguelete y lo convertía en un gran tobogán.

El genial mago Gonzalo hacía que todos los árboles se doblaran y se convirtieran en una gran Montaña Rusa.

La célebre maga Lucía convertía a las margaritas en preciosas calesitas que giraban alegremente al son de aquella inconfundible música.

Y por último la joven maga Analía convertía aquel cucurucho de Papel en un gran cuerno donde salían las más ricas comidas.

Los animales disfrutaban muchísimo todas aquellas maravillas.

A las dos horas, todo volvía a la normalidad y cada uno regresaba en silencio a su hogar.

El mago Gastón extendía su brazo apuntando con su varita mágica a los animales, los volvía a su forma original y colocaba en sus lugares. Después desaparecía del mismo modo que había llegado.

Pero un día Doña Matilde se dio cuenta que uno de los elefantes estaba mirando hacia otro lado y más sucio que de costumbre, entonces decidió que esa noche se quedaría despierta, escondida para saber que pasaba en su casa.

Presenció toda la escena desde la aparición del mago, los siguió en silencio al parque y quedó tan maravillada que durante una hora no movía ni un solo dedo, regresó rapidto a su casa se acostó feliz y guardo su secreto hasta que su nieto Gabriel cumplió diez años. Ese día le contó lo que sucedía y de regalo presenciaron juntos aquella maravilla.

El secreto fue guardado por ambos hasta el día en que la casa fue demolida, entonces Gabriel me lo contó como hoy yo te lo cuento a ti.

Escrito por hijos en: Mayo 3, 2006 10:09 PM | TrackBack
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