Junio 24, 2005

La Alfombra Mágica de Aquilalá

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Cuando era chiquita me contó mi abuelo, que en un país lejano llamado Bindúm Bindeche, vivía un viejo tejedor de alfombras llamado Aquilala.

Para llegar a Binúm Bindeche, había que atravesar un gran desierto, seguir hasta unas montañas, pasar por una gruta oculta, subir a una nube verde y bajar frente a una puerta que no se veía.

Decían de él que tenía un solo ojo, que las manos las tenía en la frente y muchas cosas más, pero lo cierto era que Aquilalá era un anciano muy, pero muy, requete muy anciano, que solo tejía alfombras.

¡Pero qué alfombras! ¡Alfombras mágicas! aunque tu no lo creas. Te preguntarás porqué eran mágicas, pues con ellas podías volar. ¡Si, podías volar!.

¿Quieres saber que usaba para tejerlas? Las hacía con la lana de los Biribones, unos animalitos que solo se podían encontrar en la casa de Aquilalá, nadie mas los conocía.

Aquellos animalitos eran redondos como una pelota de fútbol, pero cubiertos de lana, tenían un gran pico curvo y diez alas transparentes muy pequeñas. Además los Biribones cambiaban todas las noches de lana; se les caía la que tenían y le nacía otra nuevita de diferente color, por eso un día eran amarillos, otros rojos, otros azules. La lana eran tan suave y colorida y las alfombras diferentes a cuantas hayas visto.

Aquilalá nunca las vendía, siempre las regalaba,

Fue así que un día un señor que paseaba por Bindún Bindeche, vio por la ventana de la casa de Aquilalá, una de aquellas preciosas alfombras y exclamó maravillado; ¡que hermosa alfombra! ¡Como me gustaría llevarle una a mi nieta cuando regrese a Uruguay!

Aquilalá lo oyó , se asomó a la ventana y le dijo: “Se la regalo, llévesela a su nietita” y desaparecio.

Muy contento aquel abuelo regresó a su país con aquel regalo tan especial.

Su nieta lo esperaba muy contenta en el aeropuerto, se dieron un fuerte abrazo y luego le entregó el regalo.

La pequeña lo puso junto a su cama, quedaba lindísima. Esa noche, cuando la niña se fue a acostar se sentó primero en la alfombra pues era muy tibiecita; le pareció que se movía y pensó ¿será que estoy tan cansada que me mareo? pero la alfombra empezó a levantarse muy lentamente.

Ella entre asustada y curiosa se quedó quietita, entonces la alfombra la paseó por todo el cuarto.

”Bájame por favor alfombrita, si viene mamá se va a asustar” dijo la pequeña y la alfombra obedeció. ¡Qué nerviosa durmió esa noche, después de esa extraña experiencia.

A la mañana siguiente cuando se levantó, se sentó en la alfombra pero esta no se movió. “Habré soñando pensó” y se fue a jugar.

Ese mismo día, antes de acostarse, se sentó otra vez en la alfombra y esta comenzó a volar. Salieron por la ventana, recorrieron la rambla, después fueron al Parque Rodó y luego subieron a lo alto de la Montaña Rusa; la gente los miraba muy asombrada, después volvieron al cuarto.

La niña descubrió que la alfombra solo volaba de noche. También aprendió a decirle lo que quería. Si tocaba el verde la alfombra se apuraba, con el azul frenaba, con el amarillo subía y con el rojo bajaba.

Una noche en que el cielo estaba muy estrellado salieron a pasear, pero la alfombra no obedecía y cada vez iba más rápido, rapidísimo.

Pobrecita tenía mucho frío y estaba asustada, pero igual confiaba en su amiga.

Entonces en un abrir y cerrar de ojos la alfombra se detuvo junto a un viejito. ”¡Que tal amigas!” saludó y enseguida se presentó: “Me llamo Aquilalá”, cuando ella preguntó donde estaba, le contestó: “Este país se llama Bidun Bindeche”. ¿Porqué vinimos hasta aquí” dijo aun con un podo de temor y el anciano le respondió: “la alfombra solo tiene permiso para traer aquí a una persona en toda su vida y que conozca mis secretos.”

”Yo tejí esta alfombra con lana de los Biribones” - dijo – y enseguida los llamó para que los conociera. Llegaron volando, sus alas transparentes dejaban ver todos los colores, algunos jugaban y picaban como una pelota.

¡De pronto una visión fantástica! aquellos animalitos empezaron a cambiar su lana y la nueva crecía muy rápidamente y de diferentes colores.

Cuando la lana dejó de crecer, los Biribones tomaron con el pico la que estaba caída y empezaron a hilarla para la próxima alfombra que Aquilalá tejería.

Aquella hebra de lana brillaba en la noche y volaba como si tuviera vida propia, así descubrió el secreto del vuelo de las alfombras.

Aquilalá dijo entonces: “ahora que conoces mi secreto debes regresar a tu casa.”

Feliz y deslumbrada por lo que había visto, se despidió de se nuevo amigo, de los Biribones que aun jugaban a su alrededor, se sentó en la alfombra y emprendieron el viaje de regreso. En un Pif Paf, llegaron a su casa, menos mal, porque en ese momento entraba su mamá al cuarto.

La pequeña guardó mucho años el secreto, hasta que un día muy viejita, me lo contó, lo que nunca me dijo fue que había hecho con aquella alfombra o donde la había guardado.

Ahora que conoces la historia de Aquilalá y los Biribones debes guardar el secreto y no contarle a nadie donde queda Bindúm Bindeche.

Escrito por hijos en: 09:56 AM | Comentarios (0) | TrackBack en Tags:

Junio 15, 2005

El placer de Publicar

Hola.

Hace tiempo que no publicamos ningún cuento, pero no desesperéis que la próxima semana estaremos publicando nuevamente.

Problemas personales nos han quitado el tiempo para realizarlo como lo hacíamos hasta ahora, pero no vamos a desistir de este placer.

Gracias por tenernos paciencia.

Escrito por hijos en: 11:23 AM | Comentarios (2) | TrackBack en Tags: