Marzo 14, 2007

Pablo y el chanchito

El chanchito había engordado tanto en los últimos meses que no podía entrar en su casa, pasaba mucho frío de noche y no podía dormir.

Recorrió todo buscando donde cobijarse y en la puerta de una casita que parecía abandonada se acostó.

A la mañana siguiente un chirrido lo despertó; un niño, con cara de sueño aún, abrió la puerta.

Miró al chanchito con simpatía, le acarició la cabeza y le sonrió.

Buen día amigo, dijo el chanchito y sacudió su colita.

¿Quieres jugar al futbol? preguntó el niño, y entró corriendo a buscar una pelota.

Detrás de la casa, en un campito se pusieron a jugar.

Pablito, que así se llamaba el niño reía y se divertía mucho al ver los esfuerzos del chanchito.

Día a día, este fue aprendiendo y el niño jugaba cada día mejor.

Un día pasó por allí el Sr. Plata, los vio jugando y los invito a ir a trabajar a un circo, pero no quisieron, prefirieron seguir como estaban, pero el Sr. Plata insistía y cada tanto volvía por allí ha hacerles distintas propuestas.

Hasta que un día Pablito cansado de la insistencia de aquel hombre le dijo: "Sr. nosotros somos felices así como vivimos, tenemos todo lo que necesitamos, nos queremos, nos protegemos y compartimos todas las cosas lindas y feas, estamos bien".

Pero el Sr. Plata, seguía ofreciendoles cosas, dinero, fama, etc.

Entonces el chanchito ya cansado le pregunto: "¿Que va a pasar con nosotros cuando ya no podamos jugar así, nos enfermemos o estemos viejitos? ¿Acaso nos van a cuidar? ¿y nuestra liberta a donde se irá?"

El Sr. Plata quedó callado, los miró y un tanto asombrado, pensó en su vida y les dijo: "tienen razón, sigan así" y se fue.

A los dos o tres días otra vez, los amigos vieron venir al señor y tuvieron ganas de esconderse para no volver a escuchar todas aquellas historias, pero como eran muy pacientes decidieron escucharlo.

Pero ¡que sorpresa! ¿saben a caso que les dijo esta vez? "He pensado mucho en todo lo que me dijeron, si me permiten, si me aceptan, quisiera vivir aquí y compartir todo esto".

Los amigos se miraron asombrados, hablaron entre ellos un poquito y entonces abrieron la puerta de su casita al señor, desde ese día los tres compartieron aquella sencilla pero hermosa forma de vivir.

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Marzo 08, 2007

Las Amigas

oveja

Ruli la ovejita vivía en Tacuarembó.

Había pasado un invierno con mucho frío. Las lluvias eran continuas y los vientos habían soplado muy fuerte durante muchos días, tan fuerte que los árboles se doblaban, perdían sus frutos y sus ramas se quebraban.

Ruli se cobijaba en aquel viejo galpón donde Flo, su dueña y amiga le llevaba todos los días su comida calentita y el agua.

Jugaban un rato, hasta que Flo tenía que ir a dormir.

Por fin llegó la primavera, Ruli había trabajado mucho y tenía la lana muy larga, por eso cuando iba al campo a jugar se le prendían los abrojos a su cuerpo.

se acercaba el verano y el calor aumentaba día a día, entonces Ruli le dijo a Flo: "cortame la lana que tengo mucho calor y yo solita no puedo hacerlo".

Flo le pidió a su mama unas tijeras y la esquiló.

Contenta la ovejita le dijo a su amiga "con esta lana quiero que te hagas un buzo bien abrigado, así el próximo invierno no pasas frío".

Flo, lavó la lana, le dió color y luego tejió el buzo más lindo que te puedas imaginar.

Un día de golpe y sin aviso volvió el frío, mucho pero mucho frío y como aún era verano a la ovejita aún no le había crecido la lana.

Temblaba pobrecita y lloraba bee, bee, bee que voy a hacer, me voy a enfermar.

Flo la oyó, corrió a buscar el abrigo que había tejido y se lo llevó a su amiga; se lo puso, prendió un fuego y le hizo un té bien calentito para entibiarla. Se quedo un rato haciéndole compañía hasta que estuvo bien.

Después durmieron muy contentas las dos soñando con poder jugar al sol al otro día.

¡Que lindo ejemplo de amistad nos dieron Ruli y Flo!

¿Te animas a ser como ellas?

Ilustración tomada de Sernac Niños

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Febrero 14, 2007

El Duende de los Colores

Duende

Te voy a contar una historia que me sucedió cuando era chiquito.

Al volver de la escuela y entrar en casa sentí algo extraño. Miré hacia todos lados pero no vi nada raro, todo estaba tranquilo y en su lugar; así que me fui a mi dormitorio. Cuando iba a tirarme en la cama para mirar la televisión otra vez un cosquilleo recorrió mi cuerpo.

¿Alguien me miraba? ¿donde estaba? Revisé rincón por rincón, miré hacia la ventana, debajo de la cama y aún dentro del ropero, pero no encontré nada.

Entonces decidí acostarme. Cuando me senté en la cama ¡Hay Hay Hay! ¡Hay Hay Hay! Alguien estaba allí y yo me había sentado sobre el.

Me paré de un salto y antes mis ojos apareció un duende.

Vestía todo de azul ¿o no? cambiaba continuamente de colores, verde, rojo, amarillo, celeste, ...

- ¿Quién eres? le pregunté, muy asombrada por sus continuos cambios.

- Soy el duende de los colores y vengo a pedirte ayuda. Mi casa se inundó y toda mi familia está allí, pero además todos los colores quedaron atrapados bajo el agua y el mundo va a quedar gris.

- ¿Qué puedo hacer por ti? le dije.

- Necesito salvar a mi familia y rescatar los colores

- Bueno, se lo diré a mi papá.

- ¡No por favor! esto es un secreto entre tu y yo.

Me senté entonces y me puse a pensar.

Busqué entre mis juguetes un barquito, un hilo, un alfiler de gancho y un pedazo de manguera.

- Súbete al barquito, le dije entonces a mi nuevo amigo. Te llevaré por el agua hasta tu casa y así salvarás todo; yo tiraré con fuerza de este hilo y los traeré hasta aquí.

- ¡Genial! exclamó y de un salto se subió.

Lo condujo con cuidado y con un remo hecho con una cucaracha llegó hasta donde estaba su familia. Subieron todos al barquito y yo tiré y tiré hasta que estuvieron a mi lado.

- ¡Gracias, muchas gracias! me dijo, pero aún estaba muy triste.

- Paciencia pequeñin, ahora que todos están a salvo haremos el resto.

Puse la punta de la manguera dentro de la casa y empecé a chupar con fuerza, hasta que el agua comenzó a salir; salió un poquito, pero el barro la obstruyó y no salió más.

- Pensemos otra cosa, dijo.

- ¡Ya sé! le contesté, súbete, nuevamente al barquito y con esta cuerda ata todas las vasijas, cuando todo esté pronto tiraré con cuidado y salvaremos los colores.

Así lo hizo, con mucho esfuerzo, pero lo consiguió.

Entonces tiré lentamente y una a una fueron saliendo las vasijas de los colores.

Me dio un beso muy grande y se fueron muy rápido, se acercaba la mañana y tenían que tener terminado su trabajo para cuando saliera el sol. Habían nacido y hojas nuevas y aún estaban descoloridas. ¡Ah! se me olvidaba, también tenían que pintar un Arco Iris así: Arco Iris Dibujo

Ilustraciónes tomadas de:
Duende: saotomedasletras
Arco Iris: Concurso de Dibujo Infantil Grifols

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Diciembre 13, 2006

Por qué hay Manzanas Rojas y Verdes

Manzano Verde

Cuando yo era chiquitita me gustaba ir a jugar a casa de mi abuelita. Vivía en una casita con un gran jardín lleno de flores.

Adentro era muy cálida y llena de rincones donde jugaba a esconderme, pero lo más lindo era el fondo. Allí habían gallinas, pollitos y un gran gallo. También tenía frutales, pero ninguno tan lindo como aquel manzano.

Yo disfrutaba mucho cuando florecía y más aún cuando se llenaba de aquella ricas y jugosas y frescas manzanas verdes.

Pero un día, un hombre saltó el alambrado para robar manzanas y en su intento quebró una gran rama.

El viejo árbol que no podía defenderse y no podía llorar, se enojó tanto y tanto que de pronto ¡qué maravilla! sus manzanas quedaron rojas, muy rojas, igual que tu carita cuando te enojas. Y desde ese día las manzanas cambiaron de color para siempre.

Manzano Roja

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Julio 19, 2006

Una Pregunta Para Un Nuevo Año

¿Qué es la paz, mamita?

Paz, paz, paz.
¿Qué es la paz, mamita?

Paz, mi amor, era una señora gorda, siempre feliz, a quien todo el mundo quería, pero un día, en su nombre, los hombres hicieron de todo.

Primero sometieron a los otros hombres, los humillaron. La Paz, sufría y sufría, así cada vez que se fue haciendo mas débil, se volvió triste, perdió la sonrisa y hoy esta muy grave, muy enferma.

Algunos hombres quieren curarla, que vuelva a ser feliz, pero otros se oponen; por eso hoy tu no la puedes ver.

Tenemos que trabajar todos juntos para que mejore, si tu lo haces, lo hacemos papá y mamá, y tratamos de conquistar a una persona cada una para que se nos una, veremos que pronto estará bien.

Ilustraciones de Federico

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Julio 11, 2006

Para Linyerlin

Para Linyerlin con mucho cariño

El día era gris, pero aun en ese día tan triste, una hojita hacía fuerza para nacer. El sol luchaba por salir de entre las nubes.

Casi sin darse cuenta el primer rayo asomó, allá lejos y la hoja que iba saliendo fue la primera en verlo.

Se saludaron triunfantes, alegres, esperanzados y así dandose la fuerza el uno al otro salieron adelante.

El sol la acariciaba con mucho cuidado pues la hojita era muy tierna aún.

En un sanatorio una pequeña al igual que la hojita hacía fuerza por nacer. Su mamá era su sol le daba toda su energía. La pequeña tuvo desde su concepción el mejor de los alimentos, dispuesta a luchar por ella frente a los negros y los grices de la vida.

Fue en primavera que esta pequeña y la hojita nacieron.

Primavera eres tu pequeña en la vida de tu mamá, eres su sol, su alegría, su esperanza, su fuerza.

Cuando alguna nuve gris se acerque a sus vidas, sean como el sol y la hojita, que el amor sea vuestro sol, más fuerte que la vida misma.

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Mayo 03, 2006

Doña Matilde y su secreto

Doña Matilde vivía en una vieja casona a orillas del arroyo Miguelete.

Estaba llena de adornos, recuerdos de toda su vida, regalos de sus amigos, su esposo y sus hijos, además de algunos traídos de sus viajes.

Siempre los limpiaba a todos con esmero, pero tenía sus preferidos. Una pareja de elefantes de madera que había traído de África. Se los había regalado el jefe de una tribu, después que ella le salvara la vida a su nieto, cuando fue mordido por una víbora.

También aquellas garzas altas y espigadas, de bronce, que lustraba incansablemente, y que ella había recibido de su familia.

Y por último, su mayor tesoro eran dos pequeñas tortugas de madera, que habían sido talladas por su hijo en un campamento que realizo en "Cerros Azules".

Se extrañaba que sus adornos preferidos amanecieran siempre muy sucios, aunque ella los limpiaba con tanto esmero.

Pero lo que ella no sabía era lo que sucedía todas las noches mientras descansaba.

Día tras día, después que doña Matilde se dormía, un muy pero muy poderoso mago llamado Gastón, aparecía en medio de aquella sala, llenándola de una extraña luz azul, que si un humano la hubiese mirado, habría quedado ciego.

En ese momento las garzas comenzaban a mover sus alas, los elefantes estiraban sus trompas como desperezándose y las tortuguitas levantaban sus cuellos, queriendo ser tan grandes como los elefantes.

El mago abría la puerta principal de la casa sin que esta chirriara como siempre y en total silencio los siete salían a recorrer el inmenso parque en que se encontraba la mansión.

El mago Gastón iba adelante, como el gran domador de un circo, llevando su varita mágica en la mano, con ella iluminaba el camino.

Todos marchaban alegres, sabiendo a donde iban, disfrutando de ante mano lo que les esperaba.

A la orilla del arroyo Miguelete se reunían otros magos con sus animales y comenzaba la gran fiesta.

Durante dos horas los magos hacían demostraciones de sus poderes. El mago Nicolás hacía desaparecer el agua del Miguelete y lo convertía en un gran tobogán.

El genial mago Gonzalo hacía que todos los árboles se doblaran y se convirtieran en una gran Montaña Rusa.

La célebre maga Lucía convertía a las margaritas en preciosas calesitas que giraban alegremente al son de aquella inconfundible música.

Y por último la joven maga Analía convertía aquel cucurucho de Papel en un gran cuerno donde salían las más ricas comidas.

Los animales disfrutaban muchísimo todas aquellas maravillas.

A las dos horas, todo volvía a la normalidad y cada uno regresaba en silencio a su hogar.

El mago Gastón extendía su brazo apuntando con su varita mágica a los animales, los volvía a su forma original y colocaba en sus lugares. Después desaparecía del mismo modo que había llegado.

Pero un día Doña Matilde se dio cuenta que uno de los elefantes estaba mirando hacia otro lado y más sucio que de costumbre, entonces decidió que esa noche se quedaría despierta, escondida para saber que pasaba en su casa.

Presenció toda la escena desde la aparición del mago, los siguió en silencio al parque y quedó tan maravillada que durante una hora no movía ni un solo dedo, regresó rapidto a su casa se acostó feliz y guardo su secreto hasta que su nieto Gabriel cumplió diez años. Ese día le contó lo que sucedía y de regalo presenciaron juntos aquella maravilla.

El secreto fue guardado por ambos hasta el día en que la casa fue demolida, entonces Gabriel me lo contó como hoy yo te lo cuento a ti.

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Noviembre 24, 2005

El Pez y Yo

El pez y yo

Aquel verano iba todas la mañanas al muelle de la Playa Malvín.

Soñaba con visitar la Isla de las Gaviotas, que estaba a la vez tan lejos y tan cerca.

Cuando algunos barquitos llegaban desde la isla a la playa, le preguntaba a los pescadores que había allí. "No hay nada" decían algunos, otros como estaban muy ocupados en sus redes me contestaban "andate, no molestes".

Pero yo sabía que no me decían la verdad, que habían tesoros escondidos, desde hacía muchos años, por los piratas.

Una mañana, estaba mirando la isla y soñando en conocerla cuando de pronto un pez muy grande se asomó y me dijo "Si tu prometes traerme todos los días una linda lombriz, yo cumpliré tus sueños".

¡Claro que sí! le dije entusiasmado, pero no se nadar y a un barco mi mamá no me deja subir.

Quedate tranquilo, me dijo el pez, tu no vas a desobedecer, solo tienes que cerrar los ojos, y contar despacito hasta diez.

1, 2, 3, .... empecé a contar con los ojos bien cerrados, cuando los abrí, no podía creer lo que veía: estaba sentado en la isla; el pez asomó de nuevo su cabeza y habló así: "solo tienes quince minutos para recorrerla, aprovecha bien tu tiempo"

Salí corriendo lleno de alegría, miles de gaviotas volaban a mi paso. ¿dónde estarán los tesoros?, me pregunté.

Tras unas rocas encontré los restos de un galeón, pero solo quedaban unas pocas maderas, entonces comencé a escavar con mis manos en la arena. ¡Ay! me dí un golpe en la mano contra una tablas. ¡Era la tapa de un cofre!

Mi corazón latía muy de prisa por la emoción; al tratar de desenterrarlo se desarmó y quedaron frente a mi los tesoros más soñados, copas, monedas, piedras preciosas, tomé unas monedas las puse en mis bolsillos y cuando entusiasmado estaba, otra vez apareció mi amigo el pez.

Mi tiempo se había acabado. Cerré nuevamente los ojos y empecé a contar 1, 2, 3, ..... y al llegar a diez estaba nuevamente en el muelle.

¿Me habré quedado dormido? ¡Que lindo sueño que tuve!

Casi sin darme cuenta puse mis manos en los bolsillos y dos monedas muy grandes quedaron ente mis ojos.

El pez y yo

Por cuarta vez asomó el pez "este será nuestro secreto, guárdalas bien y no te olvides de tu promesa".

Todas las mañanas muy tempranito miraba mis monedas, las guardaba y después iba al jardín a buscar una lombriz bien grande.

Una vez en el muelle esperaba que mi amigo se asomara, le daba su lombriz y se marchaba enseguida.

Como te te imaginarás ese fue el verano mas feliz de mi vida.

Ilustraciones de la autora

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Octubre 11, 2005

El Abuelo

El Abuelo 1

Guillermo estaba arreglando su auto, sacó una tuerca, se le cayó y se fue rodando hasta un rincón del garaje; se agachó y se puso a buscarla pero no aparecía.

Corrió unos cajones viejos y ... ¡qué sorpresa! atrás de ellos había un gran baúl.

Lo quiso abrir y no pudo, estaba herrumbrado, hacía mucho tiempo que nadie lo abría.

Fue a buscar un martillo y un destornillador y por fin pudo abrirlo.

¡Qué lindo todo aquello! eran recuerdos de su abuelo.

Una escafandra vieja y oxidada fue lo que más le gustó, el traje de buzo también estaba allí.

Su abuelo había sido buzo y había guardado en aquel baúl sus recuerdos más queridos.

El Abuelo 2

Un sobre con una vieja moneda que decía algo que el no entendió y una esquela "del barco pirata hundido en las costas de Castillos".

Siguió revolviendo, un viejo mapa arrolladito atado con una cinta roja que se deshizo al tocarla ¿Sería acaso de un tesoro escondido?

Luego sacó una brújula que decía "de mi amigo el capitán Bonster"

¡Un timón! Guille lo agarró y empezó a jugar, miraba la brújula para saber a donde se dirigía y movía el timón para ir hacia el este.

Al fin llego en sus juegos a la costa de Castillos donde se había hundido el barco de donde venían esos tesoros. Se puso la escafandra y bajó a buscar el barco igual que lo había hecho hace años su abuelo.

Allí estaban los restos del barco, en una tabla quedaba aún restos de pintura que decían "La Porteña", cuando se disponía a seguir buscando ... ¡Guille, Guillermo! su mamá lo llamaba, se acabaron sus sueños, era la hora de comer.

Al otro día al volver de la escuela fue rápido a buscar el baúl.

¡Qué lindo aquel timón! lo miró con atención para ver si decía a que barco había pertenecido, pero solo tenía unos números. También encontró un viejo farol, un plato y un cuaderno con la misma numeración.

El Abuelo 3

Abrió el cuaderno con mucho cuidado pues sus hojas estaban amarillentas y quebradizas.

Estaba leyendo y oyó de nuevo la voz de su mamá, guardó todo con cuidado y se fue.

Pasó todo el día pensando en la hora de volver a su casa para seguir la lectura.

Cuando por fin tuvo el libro en sus manos continuo leyendo.

No lo podía creer, allí estaban relatadas todas las aventuras de su abuelo.

De pronto a Guillermo le temblaron las manos y empezó a llorar.

Aquel número que le había llamado tanto la atención era su fecha de nacimiento, 5 de noviembre de 1976.

Así le había puesto su abuelo al barco que tanto quería - 51176 -

¡Gracias abuelo! dijo en voz muy baja, siempre estarás conmigo.

El Abuelo 4

Ilustraciones de la autora.

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Junio 24, 2005

La Alfombra Mágica de Aquilalá

Sitio para una ilustración.
Envía la tuya a ninecuentos@tufiesta.com.uy

Cuando era chiquita me contó mi abuelo, que en un país lejano llamado Bindúm Bindeche, vivía un viejo tejedor de alfombras llamado Aquilala.

Para llegar a Binúm Bindeche, había que atravesar un gran desierto, seguir hasta unas montañas, pasar por una gruta oculta, subir a una nube verde y bajar frente a una puerta que no se veía.

Decían de él que tenía un solo ojo, que las manos las tenía en la frente y muchas cosas más, pero lo cierto era que Aquilalá era un anciano muy, pero muy, requete muy anciano, que solo tejía alfombras.

¡Pero qué alfombras! ¡Alfombras mágicas! aunque tu no lo creas. Te preguntarás porqué eran mágicas, pues con ellas podías volar. ¡Si, podías volar!.

¿Quieres saber que usaba para tejerlas? Las hacía con la lana de los Biribones, unos animalitos que solo se podían encontrar en la casa de Aquilalá, nadie mas los conocía.

Aquellos animalitos eran redondos como una pelota de fútbol, pero cubiertos de lana, tenían un gran pico curvo y diez alas transparentes muy pequeñas. Además los Biribones cambiaban todas las noches de lana; se les caía la que tenían y le nacía otra nuevita de diferente color, por eso un día eran amarillos, otros rojos, otros azules. La lana eran tan suave y colorida y las alfombras diferentes a cuantas hayas visto.

Aquilalá nunca las vendía, siempre las regalaba,

Fue así que un día un señor que paseaba por Bindún Bindeche, vio por la ventana de la casa de Aquilalá, una de aquellas preciosas alfombras y exclamó maravillado; ¡que hermosa alfombra! ¡Como me gustaría llevarle una a mi nieta cuando regrese a Uruguay!

Aquilalá lo oyó , se asomó a la ventana y le dijo: “Se la regalo, llévesela a su nietita” y desaparecio.

Muy contento aquel abuelo regresó a su país con aquel regalo tan especial.

Su nieta lo esperaba muy contenta en el aeropuerto, se dieron un fuerte abrazo y luego le entregó el regalo.

La pequeña lo puso junto a su cama, quedaba lindísima. Esa noche, cuando la niña se fue a acostar se sentó primero en la alfombra pues era muy tibiecita; le pareció que se movía y pensó ¿será que estoy tan cansada que me mareo? pero la alfombra empezó a levantarse muy lentamente.

Ella entre asustada y curiosa se quedó quietita, entonces la alfombra la paseó por todo el cuarto.

”Bájame por favor alfombrita, si viene mamá se va a asustar” dijo la pequeña y la alfombra obedeció. ¡Qué nerviosa durmió esa noche, después de esa extraña experiencia.

A la mañana siguiente cuando se levantó, se sentó en la alfombra pero esta no se movió. “Habré soñando pensó” y se fue a jugar.

Ese mismo día, antes de acostarse, se sentó otra vez en la alfombra y esta comenzó a volar. Salieron por la ventana, recorrieron la rambla, después fueron al Parque Rodó y luego subieron a lo alto de la Montaña Rusa; la gente los miraba muy asombrada, después volvieron al cuarto.

La niña descubrió que la alfombra solo volaba de noche. También aprendió a decirle lo que quería. Si tocaba el verde la alfombra se apuraba, con el azul frenaba, con el amarillo subía y con el rojo bajaba.

Una noche en que el cielo estaba muy estrellado salieron a pasear, pero la alfombra no obedecía y cada vez iba más rápido, rapidísimo.

Pobrecita tenía mucho frío y estaba asustada, pero igual confiaba en su amiga.

Entonces en un abrir y cerrar de ojos la alfombra se detuvo junto a un viejito. ”¡Que tal amigas!” saludó y enseguida se presentó: “Me llamo Aquilalá”, cuando ella preguntó donde estaba, le contestó: “Este país se llama Bidun Bindeche”. ¿Porqué vinimos hasta aquí” dijo aun con un podo de temor y el anciano le respondió: “la alfombra solo tiene permiso para traer aquí a una persona en toda su vida y que conozca mis secretos.”

”Yo tejí esta alfombra con lana de los Biribones” - dijo – y enseguida los llamó para que los conociera. Llegaron volando, sus alas transparentes dejaban ver todos los colores, algunos jugaban y picaban como una pelota.

¡De pronto una visión fantástica! aquellos animalitos empezaron a cambiar su lana y la nueva crecía muy rápidamente y de diferentes colores.

Cuando la lana dejó de crecer, los Biribones tomaron con el pico la que estaba caída y empezaron a hilarla para la próxima alfombra que Aquilalá tejería.

Aquella hebra de lana brillaba en la noche y volaba como si tuviera vida propia, así descubrió el secreto del vuelo de las alfombras.

Aquilalá dijo entonces: “ahora que conoces mi secreto debes regresar a tu casa.”

Feliz y deslumbrada por lo que había visto, se despidió de se nuevo amigo, de los Biribones que aun jugaban a su alrededor, se sentó en la alfombra y emprendieron el viaje de regreso. En un Pif Paf, llegaron a su casa, menos mal, porque en ese momento entraba su mamá al cuarto.

La pequeña guardó mucho años el secreto, hasta que un día muy viejita, me lo contó, lo que nunca me dijo fue que había hecho con aquella alfombra o donde la había guardado.

Ahora que conoces la historia de Aquilalá y los Biribones debes guardar el secreto y no contarle a nadie donde queda Bindúm Bindeche.

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Febrero 18, 2005

Los Zapatos

Los Zapatos 1

Había una vez, dos zapatos muy sucios, abandonados debajo de una escalera.

Aburridos de estar siempre allí, llenos de polvo, decidieron hacer algo para cambiar su vida.

Negro y Azul que así se llamaban, pensaron que primero tenían que asacarse el polvo para ver si así los sacaban a pasear, por eso cuando el escobillón paso por allí, se pusieron debajo de él y quedaron bien limpitos.

Pero ni aún así las cosas cambiaron. ¿Qué podemos hacer? se preguntarban y no encontraban ninguna solución para su problema.

Una mañana muy temprano, cuando ya habían perdido toda esperanza, el timbre sonó una dos tre hasta que alguien atendió.

Oyeron unos pasos y ¡que alegría! alguien los levantaba y los ponía en una bolsa.

Entonces abrieron nuevamente la puerta y un niño los tomó.

Después de andar y andar dando vueltas por quien sabe donde, siempre encerrados; el niño se sentó, abrió la bolsa, sacó los zapatos y se los puso.

¡Qué alegría tenían Azul y Negro!

Recorrieron todas las calles de aquel precioso lugar.

Los parques se veían preciosos, llenos de niños que jugaban.

En la plaza se subieron a las hamacas, los toboganes y a todos los juegos.

Fueron luego a una canchita de fútbol y jugaron un gran partido, fue tan lindo que azul hizo un gol.

Los Zapatos 2

Todas las tardes, Gabriel qué así se llamaba el niño, los limpiaba con mucho cuidado y los dejaba al lado de la cama prontitos para el otro día.

También fueron a la escuela; ¡qué lindos los recreos!

Un día corrieron una carrera y ganaron. ¡Qué contentos que estaban!

Azul y Negro disfrutaban tanto y tanto aquella nueva vida que nunca le lastimaron los pies a Gabriel y cuando en la zuela aparecía algún agujero ellos mismos los arreglaban durante la noche.

Así pasaron juntos durante varios años hasta que Azul y Negro fueron muy viejitos y preferían quedarse a dormir.

Ilustraciones de la autora.

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Enero 29, 2005

Un país llamado Kisquís

Un País Llamado Kisquís 1

Te voy a contar una historia de un país llamado Kisquís.

No te puedo decir donde está ubicado pues prometí guardarlo en secreto.

En este país las plantas y los animales se estaban muriendo porque los hombres no respetaban nada. Contaminaban el aire, el agua y la tierra, destruían bosques, mataban como deporte a los animalitos.

Entonces se reunieron animales y plantas y decidieron no dar más frutos como castigo para ver si así cambiaban de actitud, por eso durante un año no hubieron ni peras, ni duraznos, ni ciruelas.

Pero nada cambió, cada vez la naturaleza sufría más, entonces se enojó y dijo ¡BASTA!

Todo quedó en un silencio terrible, nada se movía, los pájaros no volaban, los animales no caminaban, ni los peces nadaban. Pero lo más raro fue que a los hombres le empezaron a crecer raíces, lo único que podían hacer era pensar.

Otro cambio maravilloso fue que a partir de ese día todas las planta podían caminar.

Se reunieron todos otra vez "debemos tomar las medidas necesarias para reconstruir el país" dijo un gran roble muy sabio.

_ "Los peces deberán limpiar arroyos, ríos y mares, de las fábricas se encargarán los más fuertes como los caballos y los bueyes, tendrán que lograr que las chimeneas no contaminen más el aire, nosotros las plantas repondremos el oxígeno. Los más pequeños tendrán la difícil tarea de recoger los desperdicios de la ciudad."

_ "¿Que haremos nosotros?" dijeron las aves

_ "Ustedes le darán de comer a los hombres pues estos no saben sacar sus alimentos de la tierra, las raíces solo les sirven para no caer."

Poco a poco aquél país iba recobrando su salud; los árboles florecieron y después dieron sus frutos; en primavera todo se lleno de flores.

Los caballos y los bueyes habían arado la tierra, los horneros muy trabajadores habían sembrado todo lo que florecía.

Un País Llamado Kisquís 2

Los teros cuidaban celosamente que todo estuviera en orden; las lombrices y los gusanitos hacían sus cuevitas para que el agua que echaban los elefantes llegara sin dificultad a las semillas y el sol también hacía su parte.

Los hombres estaban arrepentidos y muy tristes lloraban en silencio, y no podían tener más hijos.

Así fue que poquito a poquito fueron comprendiendo lo mal que habían actuado.

El viejo roble reunío a todos otra vez "creo que es tiempo de devolverles a los hombres el país, ya aprendieron la lección".

Otra vez un gran silencio; de pronto el llanto de un niño despertó a todos.

Se miraban felices, se abrazaban, lloraban de alegría. Habían aprendido la lección. ¡Como cuidaban todo ahora!

Por eso no quiero decir donde queda Kisquís, tengo miedo que personas que no sepan cuidar la naturaleza vayan y estropeen todo lo que tanto costo aprender.

Un País Llamado Kisquís 3

Ilustraciones de la autora.

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Noviembre 13, 2004

Mi Nacimiento

Mi Nacimiento 1

Mmm... Mmm... Mmm...

¡He mamá! enderezate un poco que me estás apretando.

¡Qué mala suerte no me oye! Le voy a dar un codazo a ver si se endereza. Ahí va, pum... No hay caso, parece que está muy dormida.

¡Ya sé! le daré con los piecitos. Uno... dos... tres... ¡pero santo cielo! qué sueño tiene hoy. ¿Qué hago ahora? ¡Viva, viva! me pararé sobre su vejiga así se tiene qué levantar. Respiro profundo y ... ¡Ya está!

¡Por fin se levantó! aprovecharé para acomodarme.

¡Ay, ay, ay! otra vez estoy incómodo, ahora ya no aguando más, voy a salir de acá.

¿Qué pasa? ¿Porqué se queja tanto? yo solo quiero estar más cómodo.

Esta salida es muy justita, meteré con fuerza mi cabeza, pues siempre dijo que por donde pasa la cabeza, pasa el resto del cuerpo.

¡Allí voy! una o dos fuercitas más mamá. ¡Por suerte ya veo un poquito de luz!

¡Eh cuidado! ¡no tiren tan fuerte de mi cabeza qué me duele!

¡Por fin! ¡Ay, cuanta luz, apaguen eso que me molesta!

¿Que hacen? ¿Porqué me pegan en la cola? ¿Están locos? ¡Yo me meto de nuevo! ¡Por fin mi mamá me salva! me besa, me acaricia, me parece que se muy fea, tiene el pelo verde, mi papá también. ¿Seremos lagartos? Está llorando, ¿seré tan horrible que la asusto? Dicen que es de emoción, quizas me pegaron para que llore de emoción.

Todos lloramos, menos unos señores que están todos tapados. ¿De qué se esconden? ¿Porqué me pasan agua? no entiendo nada, esta gente está toda loca, tan tranquilo qué estaba adentro.

¡Socorro! ¡Que cantidad de gente! hablan todos juntos. ¿Que dirán? Se miran lloran, se ríen, estoy cansado mejor me duermo.

Mi Nacimiento 2

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Octubre 14, 2004

Quico y la casa abandonada

Quico y la casa Abandonada 1

A Quico le gustaba mucho ir a jugar a la quinta del Tío Manuel.

Con sus hermanos, primos y amigos salían por los alrededores en fantásticas excursiones.

Un día, cuando atravesaban un campo lleno de chircas muy altas y árboles muy tupidos, encontraron algo maravilloso, ¡una casa abandonada!

Abrieron la puerta, un chirrido muy fuerte les erizó la piel, fue la puerta que estaba oxidada.

Entraron despacito, con miedo y curiosidad.

Quico, que era muy valiente, iba adelante, se protegía con un escudo que había
hecho con hojas de palmera y una espada hecha con maderas.

Había tanto silencio que solo se oía la respiración de los niños. Un ratoncito salió corriendo de su escondite, de pronto se oyeron pasos y el crujido de hojas.

¿¡Quién estaba allí!? Se preguntaron los niños.

¡Qué susto! Ni se movían. Uno de ellos empezó a llorar, tenía miedo.

Pero Quico siguió avanzando. ¡No vayas! le decían sus compañeros. ¡Vamos! decían otros.

Recorrió los cuartos, la cocina y no encontró nada, Eduardo, su amigo iba iluminando todo con su gran linterna.

De nuevo oyeron unos pasos, ¡El ruido viene del garage! dijo Edda muy asustada, y hacia allí fueron.

JA, JA, JA, río muy fuerte Quico. ¿Qué era lo que tanto los asustaba? una vaca blanca con manchas negras como nubes de tormenta. Había quedado encerrada cuando un fuerte viento cerró la puerta.

Era Nubecita, la vaca de un vecino que se había perdido hacía dos días.

Quico y la casa Abandonada 2

Quico y sus amigos la llevaron muy orgullosos a su dueño.

Pedro, su dueño estaba tan contento, que les regaló un canasto de ciruelas recién cosechadas.

Mu, mu, mu decía Nubecita contenta, llamaba a su ternerito que se acercó rapidito a su mamá y se puso a mamar.

Desde ese día, cada vez que Quico y sus amigos querían un vaso de leche visitaban a Pedro que les daba una jarra de leche recién ordeñada.

Quico y la casa Abandonada 3

Ilustraciones de Nine.

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Octubre 08, 2004

Como tres niños salvaron la noche

Salvar la Noche 1

Después de una noche de lluvia intensa y un viento que soplaba muy muy fuerte, amaneció un precioso día , el sol brillaba en lo alto y el aire estaba tibio.

Lucía, Analía y Nicolás, que estaban en Guazubirá, fueron a la playa. Llevaban cada uno un balde, una palita y algún otro juguete.

Caminando por la orilla Lucía encontró una estrella sobre la arena. ¿se habrá caído anoche con el viento? Le preguntó a sus amiguitos.

- Vamos a recogerla, dijo Nicolás.

- Cuidado no la rompas, agregó Analía.

La pusieron con mucho cuidado en un balde. Pero ¡que sorpresa! por aquí y por allá seguían encontrando estrellitas. Las juntaron una a una con mucho cuidado.

Así estuvieron trabajando durante mucho rato, hasta que no quedó ninguna caída en la arena.

Llegaron corriendo a sus casas; Analía le pidió a su mamá una tela grande azul, bien oscura. Nicolás buscó entre sus cosas un frasco grande de cascola. Y así empezaron a pegar una tras otra todas las estrellitas.

Salvar la Noche 2

Cuando todas estuvieron pegadas, Lucía preguntó ¿y la luna? ¿se habrá caído al fondo del mar? Entonces buscó un papel plateado, recortó una luna y la pegó bien, junto a las estrellas.

Luego como a una cometa la levantaron alto, muy alto.

Nadie supo que había pasado durante la noche, porque los tres amiguitos habían vuelto a poner todo en su lugar.

Pero yo que vi todo te lo cuento. Por eso cuando de noche mires las estrellas esas tres que están muy juntitas, nosotros sabemos que se llaman Lucía, Nicolás y Analía, como nuestros amiguitos.

Salvar la Noche 3

Ilustraciones de Ale.

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